Leyendas del cine de culto parte 3
por Cesar Amigó (EL CHICO MALO DEL CINE)
Lo primero que tendría que decir de la obra de Fulci es que es tan extensa que se hace inabarcable. De hecho, todavía me falta gran parte de su filmografía por revisar, por lo que este breve recuento, que obviamente jamás podrá hacerle justicia, sólo incluye algunas de sus obras más conocidas. Caracterizado por su ritmo de trabajo demencial y por su truculencia en cuanto a imágenes, la idea que muchas veces se quiere dar de Fulci se reduce a la de un virtuoso del gore, lo cual en mi opinión es una idea bastante simplista para un hombre que incluso en sus trabajos de encargo hacía sobresalir su visión y sus ideas particulares sobre lo que debía ser el cine. Fulci tiene además la particularidad de haber llegado en una época en la que otros autores italianos del género de horror se hacían visibles para el público mundial, pero su estilo no se parece al de ningún otro, y aunque lo prolífico de su obra le convirtió en un autor en ocasiones un tanto irregular, sus aciertos son sin duda mayoritarios, e incluso sus relativos fracasos guardan momentos muy interesantes.
Todo esto hace que incluso en el confuso panorama del horror italiano, su estilo sea bastante reconocible debido a ciertos elementos que se repiten: sus influencias literarias, su deuda confesa con los surrealistas, su obsesión estética con los ojos (imagen recurrente en casi todas sus películas) y su relación de amor/odio con el catolicismo son constantes a lo largo de su muy prolífica carrera. A pesar de estar presente en el mundo del cine ya desde los años cincuenta y haber trabajado prácticamente todos los géneros, no fue sino hasta finales de los sesenta cuando comenzó a tener cierta notoriedad gracias a su entrada en el Giallo (palabra que en italiano define el género policial o lo que se conoce en inglés como crime thriller) gracias a la película Una historia perversa (1969), a la que siguieron algunos de sus más famosos éxitos "tempranos" como Una lagartija con piel de mujer (1971) y Angustia de silencio (1972), para las cuales, por cierto, son mucho más divertidos los títulos originales.
De hecho el auge de Fulci coincide con la época en la que el cine de terror italiano está en uno de sus mejores momentos, gracias a la obra de varios de sus contemporáneos como Dario Argento y que se extendería hasta autores más jóvenes como Lamberto Bava y Michele Soavi. Fulci alcanzaría la cima de popularidad a principios de los ochenta, una de sus épocas más frenéticas en cuanto a ritmo de producción y donde también encontramos algunas de sus piezas más celebradas. Quizás su punto más alto esté en su ya famosa trilogía de las "Puertas del Infierno", tres películas unidas entre sí por una misma temática: Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (1980), El más allá (1981) y Aquella casa al lado del cementerio (1981) son referenciadas a menudo como sus mejores películas, especialmente la segunda, considerada por muchos su obra maestra. Estas tres cintas son también en ocasiones mencionadas principalmente como piezas de regodeo gore, aunque en realidad esconden sus ya habituales comentarios sobre los temas que le interesaban, especialmente el del imaginario religioso y una inspiración lovecraftiana que se hacía más evidente con cada trabajo.
Otras películas de Fulci durante los ochenta tocarían temas de éxitos pasados y profundizarían en su estilo. De esta época son cintas como El destripador de Nueva York (1982) o Los fantasmas de Sodoma (1987), a la cual no puedo dejar de ver como una parodia en clave de horror de la famosa película Saló (1975) de Passolini. Al año siguiente Fulci rodaría Zombi 3 (1988), la única secuela que llegó a hacer de su propia obra, aunque debido a problemas de salud no pudo terminar el rodaje, que pasó a las manos de Bruno Mattei y del guionista Claudio Fragasso, dos de los más fieros explotadores de la serie B italiana de quienes hablaremos en otro momento.
No Response to "Leyendas del cine de culto parte 3"
Publicar un comentario